«Tú y yo nos vamos a ir solitos a una semanita de crucero», me decía Agata después de su primera quimioterapia, al poco tiempo de ser sometida a una larga operación de cáncer de seno. Quién nos iba a decir que tomariamos un crucero, los dos con la cabeza rapada, yo por edad y herencia, ella por los efectos de la tercera quimio. Esa pérdida sin ropa de luto, Agata la lleva con dignidad, haciendo todo lo que depende de ella, para convertirse en «una sobreviviente». Poniendo como prioridades las facilidades para mi minusvalia, una ruta que incluyera Bahamas y que no se navegara dos días seguidos, nos decidimos por el Carnival Breeze, partiendo del puerto de Miami. La ruta incluía Ocho Ríos (Jamaica), Grand Turk (Turks and Caicos Islands) y Bahamas para cerrar con broche de oro.
El buen servicio de la naviera comenzó desde el aeropuerto, al trasladarnos sin costo al puerto aunque ya teníamos una semana en Miami. El abordaje fue fácil y sencillo, sin multitudes, yo como un niño (de los de antes), miraba callado, observaba maravillado aquella inmensa, pesada y hermosa nave, buscando el secreto milagro de su funcionamiento. La cabina que ocupamos (para personas con handicap) estaba ubicada en el piso seis, en una zona donde no se percibe la navegación, tenía una cómoda cama King size, el baño además de una robusta silla plegable en la ducha, tenía múltiples asideros, que me ayudaron mucho. Como regalo de bienvenida recibimos una botella de champagne y un trofeo alusivo al barco, que otros ganaron por sus habilidades y destrezas en las múltiples actividades recreativas.
El barco partió sin percatarnos, la costa de Miami se alejaba en blanco y negro. Decididos a no perdernos nada, salimos a compartir con una multitud (como espectadores), la algarabía de las alegres actividades de baile alrededor de la piscina. En la popa tomamos tranquilos los últimos rayos de sol y explorando nos dirigimos a la proa del barco, cual Di Caprio y Kate Winslet en la película Titanic. Soplaba un viento tan fuerte y frio que nos destempló, esto no impidió que Agata sacara unas excelentes fotos del ocaso y una imagen de nosotros dos reflejada en un vidrio del barco. Y como me prometió, estábamos «los dos solitos en una semana de crucero». Continuará…
Qué bonito relato, José. Lo he ido viendo como en una película … espero más capítulos. Bien hecho, disfrutad todo lo que podáis cada momento y «solitos … en un crucero» aún mejor!
Muchos besos. Josita.
Que Dios los bendiga
Bellas fotografías, como han estado, esperamos que podamos reunirnos pronto, nos alegra que hayan tomado ese vacaciones, se ve que lo disfrutaron, un gran abrazo. Kareny y Abelardo
Solos en nuestro mundo es la esencia de bien amado.
Nos reflejamos el uno al otro en la piel rapada de nuestros cabezas y con admiración leemos los pensamientos nuestros en el rostro del otro.
Dejarse llevar, no querer llegar, flotar en el mar.
Cuanta vida hay en quien quiere vivir, cuanta vía hay en quien quiere seguir.
Nos enseñamos a tener retos y alcanzarlos.
No nos enseñaron a amar y nos tenemos.
Que el sol llene de calidez los días de solitaria unión del alma de dos cuerpo.
Disfrutense !!!!!!!!
Eres un perfecto cronista y de verdad que he disfrutado leyendo tu relato como si lo estuviera viviendo…Qué lindas las fotos y, sobre todo, que disfrutárais los dos de este maravilloso viaje. No importa si las cabezas están rapadas, lo mejor de la vida es la ilusión y el amor que ponemos en todo lo que hacemos o compartimos.
Muchos besos para todos y…Esperando la continuación…