Diario de un colibrí: “Un día a la vez, día #10 de …”

Caracas, jueves 7 de Noviembre de 2013 (día #10)
Comencé el día saludando al pequeño invitado, a través del vidrio de la ventana cerrada contemplaba el frenesí de un buen grupo de colibríes alrededor del comedero grande. Dos reinitas comían sin inmutarse por los modales de sus bulliciosos vecinos, el peque eventualmente emitía en repetición unos cortos chillidos. Tenía contemplados unos cambios en el entorno del peque, pero tendrían que esperar hasta que Alcira encaminara el almuerzo. Para mantenerlo activo puse el comedero mas alejado, siempre ha sido muy acertivo adaptándose a los cambios rápidamente. Esta vez me sorprendió, por dos veces voló casi a ras de piso cerca de una mesa de trabajo, a la tercera… voló al comedero y se alimentó por un buen rato manteniendo su vuelo estable. Cuando revisé debajo de la mesa descubrí que lo que llamó su curiosidad fue una caja plástica azul y roja.

DSC_2856SDVApenas se desocupó Alcira enseguida me ayudó, abrió la mesa para jugar dominó y trajo las bromelias y la palmera que le pedí. Con estos pequeños cambios esperaba motivar y mantener activo al peque, para evitar que se aburriera. Aún con actividad cerca el pequeño volaba en confianza y regresaba tranquilo al posadero.

Por un momento dejé de verlo, Alcira barría el balcón, controlándome y en silencio revisé todos los posaderos,… el piso y no veía al peque. Dónde está? le digo mirándola, enseguida ella suelta la escoba diciendo «ayy Sr. José, la ventana» y corre a la ventana del comedor cerrándola, «aquí esta» nuestras caras cambiaron de susto a alivio. Por diez centímetros no se fue, se quedó atrapado y revoloteaba entre la persiana y la ventana. Me acerqué en la silla y esperé que estuviera a mi alcance para recibirlo suavemente en mis manos. Para calmarlo lo acerqué al comedero, el pícaro no despreció la ocasión y comió bastante.

Abrí mi mano para que volará y no lo hizo inmediatamente, ese fue un instante que disfruté al máximo. Las pocas plumas que le quedan en la cola las tenía mojadas, por eso voló cerca hasta el riel de la ventana. Después de secarse y pasar el susto voló al posadero donde estiró las alas, abrió la «cola» en abanico, aireó las plumas del pecho con su pico, etc.

El peque estuvo muy activo durante todo el día, siguió atento alas persecuciones aéreas que libran en el exterior sus compañeros alados. No existe una maniobra de vuelo que no pueda realizar un colibrí. Cualquier persecución o batalla aérea vista en el cine se queda corta ante las batallas sin bajas que libran día a día algunos colibríes.

En la tarde lo sorprendí no se si jugando o practicando, espero explicarles bien la escena. El peque estaba posado en la Phalaenopsis morada y mirando en dirección a la sala. Bajaba levemente su cabeza como saludando a la reina y al mismo tiempo daba un paso atrás, descendía aleteando unos quince centímetros y volvía al posadero subiendo como si estuviera en un ascensor. Esta coreografía la repitió varias veces, hasta que descubrió mi presencia. Al final de la tarde documenté como todos los días el progreso del pequeño colibrí, un día a la vez.

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