Besos que alimentan… cuerpo y espíritu, recuerdos imborrables.

El sábado pasado entre de 2 a 4 de la tarde realicé una actividad que me encanta y disfruto mucho, la observación de aves. El primer aviso lo recibí almorzando en la mesa de la cocina, era el sonido característico de loros ó guacamayas, no estaban de paso y la actividad era del lado del balcón. Pasé de cualquier posibilidad de fruta o postre y enseguida me asomé al balcón, para constatar que eran dos hermosas guacamayas azul y amarillo (Ara ararauna),  en la copa de un jabillo (Hura crepitans) comiendo sus frutos (cachitos verdes)

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Recuerdo que en el patio del Colegio La Salle T.H. había unos jabillos enormes, cuando sus frutos estaban secos caían al piso haciendo un ruido que me quedó grabado para siempre, como un tatuaje. Cuando soplaba un viento fuerte caían tantos frutos y tan seguido que el sonido llegaba hasta las aulas de clase. Al salir al recreo muchos nos dirigíamos a esa parte del patio a buscar los «cachitos secos», unos se divertían «echando cachitos», conectando sus puntas los contrincantes jalaban hacia si su cachito, el cachito que se rompía obviamente perdía. Había ejemplares que ganaban varios retos, llegando al tiempo record de un recreo completo. Otros cachitos recogidos eran destinados a hacer «delfínes», eso requería de unas cuantas horas de lima, lijas varias, crema para limpiar zapatos o cera y mucho paño suave para realzar el brillo. Para recrear adecuadamente la escena solo falta la radio y la voz de Napoleón Bravo diciendo las canciones que sonaban en esos años 1965-1971.

Volviendo a las guacas, estuvieron muy activas y se pasearon por los jabillos, el pino y los faros de iluminación del Altamira Tenis Club. Una de ellas era la dominante, por momentos se separaba de su pareja, comía en algún árbol cercano y nuevamente regresaba al lado de su compañera. Hacía unos movimientos que no eran precisamente de conquista y en lo que podría parecer un beso, regurgitaba alimento en su boca. Este ritual lo realizaron en varias ocasiones, por momentos viéndolos en la pantalla de la cámara, tuve la sensación de que estaba invadiéndoles su privacidad, siendo un mirón o un vojeur. Lo que me pareció extraño de su conducta es que, el ejemplar que recibía comida pico a pico de su pareja se alimentaba muy bien cuando se quedaba sola, era totalmente independiente. Esta conducta tiene una razón de ser, una explicación, como tantas cosas la desconozco, algún día alguien me dará una explicación adecuada y la anexaré al relato, así sabremos un poquito más.

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Un pensamiento en “Besos que alimentan… cuerpo y espíritu, recuerdos imborrables.

  1. Hermosísimas las guacamayas y, ser testigo de esos «besos que alimentan», ha tenido que ser un espectáculo maravilloso. Adentrarse en el mundo de las aves y conocer sus conductas es algo muy gratificante…
    Las fotos, como siempre, divinas…¡Gracias, Pepe! Un abrazo.

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