La elaboración del Calendario de Adviento ha ocupado gran parte de mi tiempo y las pocas fotografías que he tomado fueron básicamente documentando algo, de manera muy informal. Hoy retomé la cámara, mi objetivo era fotografiar al «peque«, aunque físicamente era irreconocible confundiéndose con los demás de su especie, yo sabía como reconocerlo. Como en una de las clásicas película de espías, en donde la forma de caminar delata al malo entre la multitud que lo rodea en la estación de tren, igual sucedió con el peque, se delató… y lo descubrí.
Desde hace varios días se apoderó del comedero pequeño, diariamente cuando regresa a comer después de desaparecer por horas, el peque se posa en el alambre del comedero. Desde allí ahuyenta al que se acerque, persiguiéndolos a veces hasta alejarlos de su perímetro de seguridad. Antes que él ningún colibrí se había posado allí, solamente las reinitas (Coereba flaveola). Mientras que lo tuve en el balcón ese no era su posadero preferido, pero si lo usó. Pero no fue por eso que lo descubrí, sino por su manera peculiar de abandonar el posadero y bajar a comer en vuelo estático. Esa maniobra la fue mejorando día tras día hasta dominarla y disfrutarla, al hacerlo el peque creció y se hizo independiente.
Fotografié hasta que casi era noche y la falta de luz me obligó a acercar la toma y a usar el enfoque fijo-manual a cierta distancia. Con este método se pierden muchas fotos, pero siempre queda alguna que vale la pena.