El domingo pasado el día estaba excelente, no había excusas para quedarse en casa, así que acompañado de Agata, Andrea y Arianne (mi cuñada preferida) fuimos a pasear al Parque del Este. Mientras Agata y Ary daban la vuelta al parque caminando, Andrea me acompaño a pasear, al principio enfrentando y evitando a un mar de gente que seguían un sentido opuesto al nuestro. Aprovechamos la primera oportunidad para desviarnos de la vía principal, desde ese momento pudimos disfrutar a plenitud, adicionalmente la sombra fresca nos protegía de un sol que reinaba inclemente, en un cielo azul unicolor.
Aún con el descuido que presentaban, las lagunas, aves, peces y especies vegetales han logrado sobrevivir, pero el verdadero potencial e imagen del ambiente está desperdiciado. Nos divertimos mucho con los encuentros cercanos con aves de laguna y el ya cosmopolita zamuro, el cual se atravesó en nuestro camino y solo con mi decisión de envestirlo con la silla se alejó dando brincos. A lo lejos, en unos árboles secos se veía un ave rapaz y a medida que nos acercábamos la pude identificar como el Águila pescadora (Pandion haliaetus).
Hace muchos años haciendo el curso de observación de aves, se referían a ella como una especie migratoria que por alguna razón desconocida se quedó en Venezuela y también lo hizo en muchos otros países, convirtiéndose en una especie presente en todo el continente americano. Cada vez que iba a algún lugar en Venezuela y veía un Águila pescadora para mi era una gran alegría, que decir cuando la vi a pocos metros metiendo sus garras en las oscuras aguas del Alto Orinoco (entre Ocamo y La Esmeralda) hasta atrapar un pez y posteriormente acomodarlo como si fuese un torpedo.
Sin embargo el lugar más extraño en donde la he visto es aquí, en plena ciudad; en su defensa diré que ella encontró una oportunidad y que aprovecha, lo mismo haré yo cuando venga al parque y la busque cerca del agua, en los lugares altos desde donde puede vigilar a sus potenciales presas.
Compartir momentos al aire libre con mis seres queridos no tiene precio, ni comparación con nada. La naturaleza siempre formó parte importante en nuestras vidas y no hay razón para que deje de serlo, sin excusas…