Diario de un colibrí (la Peque): las segundas 24 horas

4WA525Camila

Cuando leí en FB Colibríes Tucusitos y Picaflores de Venezuela, que Tomás Fernández me recomendaba con Oswaldo Girón para cuidar un pichón de colibrí, enseguida di mi aprobación con el comentario «Es bienvenido siempre». Revisé toda la conversación y chequeé a que hora hicieron cada uno de los comentarios, sabía que Oswaldo lo rescató al principio de la  tarde, sobrevivió la noche, eso era muy bueno, pero… ¿estará vivo, lo tendrá todavía, estará emplumado, estará herido, qué especie será, lo traerá hoy, podrá traerlo?. Sino puede traerlo, salimos a buscarlo, pensaba decirle a Agata mientras hablaba por teléfono con Oswaldo. Él le respondía a ella todas sus preguntas, yo metiéndome agregué alguna, todas eran importantes para saber las condiciones de la criatura. Todo listo, está en camino, estaba alegre y lo siguiente, enseguida compartí mi alegría con Tomás vía MFB.

La única pregunta de Agata fue una recta de humo por la goma, ¿la jaulita, tú la tienes? no, era de Laura, respondo y rápidamente completo con: pregúntale a Rosa (la conserje, tiene periquitos). Apenas en minutos apareció con la jaula, le sacó el posadero y le puso los apropiados para un ave tan pequeña, hábilmente los fijó tensándolos con ligas.

Oswaldo llegó con el tesoro en una cajita, como él no podía subir yo lo saludé y le agradecí desde la ventana, por sus señales entendí que el agradecimiento era mutuo. Se marchó con la promesa de regresar pronto a pasar un rato con el colibrí y aprovecharé la ocasión para fotografiarlos juntos, un documento muy valioso en esta historia.

Apenas lo vimos el colibrí se ganó nuestro corazón, confiaba completamente en nosotros y estaba muy tranquilo, solamente se puso alerta alargando su cuello, cuando la cámara al pre-enfocarlo emitió el clásico pitico. Agata como madre experta, lo alimentó a intervalos hasta que estimó estaba listo para dormir. Ella lo introdujo en la jaulita y él se sintió cómodo y seguro, para generarle más tranquilidad tapó su nueva casa con un paño.

Yo me dormí ligando que pasara rápido la noche, quería conocerlo y comencé antes de lo previsto ya que apenas amaneció oí sus reclamos, se hizo un silencio (dejó de llamar)… el bebé se volvió a dormir, pensé.

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Un pensamiento en “Diario de un colibrí (la Peque): las segundas 24 horas

  1. José DIOS te bendiga, desde Charallave te envió un gran abrazo. En que buenas manos cayó ese pichón. Ya lo estaremos viendo volando por ai.
    Te cuento que tengo una jaulita como sala de recuperación, sobretodo para las reinitas que aveces caen al piso aturdidas, es que la casa tiene ventanas panorámicas y chocan, ando en la solución de este problema.

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