Martes, no te cases ni te embarques, ni de tu casa te apartes. Tomando en cuenta los avances del colibrí, estimé que dejarlo mas dias confinado podía retrasar su normal desarrollo. Aunque él pasaba su día muy tranquilo, ya era hora de batir sus alas y de conocer otro horizonte, no tan inmediato y reducido.
Llevamos la invitada al balcón y Agata le dejó abierta la puerta de la jaula, ella ni pendiente, estaba distraída y curioseando otro mundo, bañado de la luz del atardecer. Agata con destreza y decisión la sacó de la jaula, posándola suavemente en la vara de una Phalaenopsis en flor. Levantó vuelo siempre dirigiéndose al vidrio semi-oscuro, deslizándose varias veces hasta el marco del ventanal, deteniendo su caída. Aunque no se veía ansiosa, si estaba muy curiosa por las ramas moviéndose, por un viento que no le llegaba y por la actividad de los alados alrededor del comedero y pasando en bandadas ya buscando donde dormir.
La Peque volaba pero no lo suficiente, simplemente le faltaba practicar, esa era la idea hoy. Coloqué tres dispensadores de comida y todos con facilidad para posarse, sin embargo ella no comió en ninguno, ni siquiera hizo el intento de acercarse. Como toda una pícara emitía su llamado y buscaba a Agata sacando y metiendo la lengua varias veces, no importa la especie, la manipulación es innata. Agata la alimentó ya que ella no lo hacía y las últimas veces ya dentro de la jaula si comió sola.
La dejamos en la jaula tapada y con comida, pasaría la primera noche en el balcón, mañana la soltaré desde temprano para que fortalezca su cuerpo y gane habilidades. Cada individuo es único y tiene un ritmo para aprender y adaptarse para sobrevivir, en la naturaleza una parte es solo genética, tenemos que darle tiempo, ella nos sorprenderá cada día y como hoy daremos un pasito mas.