Ayer jueves en las primeras horas de la mañana, aunque el ambiente del balcón era soleado y fresco (por el ventilador), el pequeño huésped prefirió posarse en la lámpara cercana a la ventana de la cocina. El trayecto lo repitió como en un circuito de F1 y solamente se paraba a recargar combustible. Fue en una de sus paradas donde me sorprendió gratamente, cuando llegó directamente al comedero y no se posó sino después de comer. Demostrándome con eso que mejoró su vuelo en control y resistencia; creyendo que me entendía, cuando lo vi contemplar el exterior le dije: falta poco, falta poco Peque… Ruby.
Por un momento la luz del atardecer fue excepcional y aproveché la oportunidad para fotografiarla y algún día viendo las fotos recordar, esa tarde, esa luz, al Peque Ruby,.. a un amigo que ya no está.