El pasado sábado asistimos (Agata y yo) al evento festejando los 30 años de la Sociedad de Amigos del Árbol (SADARBOL) en la Hacienda La Trinidad. Fue una grata sorpresa encontrarnos con Marianella y su esposo Mirco camino a la casa vieja de la hacienda. Conversamos, empujaron y ayudaron a Agata a superar varios obstáculos para mi silla de ruedas, como si se tratase de un rally. Llegamos justo a tiempo a la primera de dos charlas mañaneras, la cual trataba sobre las inter-relaciones de árboles y pájaros. Estuvimos sin poder hablar mucho (respetando a los oradores) y llegamos a la hora del intermedio para el almuerzo, nosotros nos retiramos y quedaron pendientes muchas conversaciones de las que siempre fluyen.

Ellos se quedaron para el evento de la tarde: un recital de poesía titulado «La mirada de los poetas en los árboles». En ese marco Mirco leería el poema «Promesa de vida» el cual compuso basado en el cuadro que Marianella (su musa) pintó para esta conmemoración y al cual tituló «La Ceiba» (Acrílico sobre tela, 50 x 70 cm, 2014). Al día siguiente me dio mucho gusto y disfruté leyendo el poema de Mirco en su blog Depósito de Nostalgias, tanto que les solicité permiso para compartirlos (pintura y poema) con Uds.

La primera información seria de la Ceiba la recibí de mi amigo y compañero de caminos Alfredo Autiero, hace muchos años (en los tiempos del Tuqueque) caminando en Barlovento hacia la Cueva Alfredo Jhan. A un lado del camino había una imponente Ceiba y justamente estaba dispersando sus semillas, Alfredo detuvo la marcha y recogió del piso lo que parecía algodón. Nos explicó que ese material se usaba para la fabricación de salvavidas, antes de que existieran los materiales sintéticos. Al pseudo algodón le llamaban Kapok como nombraban a la Ceiba en los países anglosajones, Alfredo pidió fósforos y nos mostró como el Kapok prácticamente desaparecía al contacto con el fuego (algo impresionante).

Por alguna razón la Ceiba es un árbol que ha tenido y tiene importancia, protagonismo en mi vida y es también uno de los árboles preferidos de Agata. Cada verso del poema de Mirco es sólido y evoca cada una de las facetas y etapas en la vida del árbol, incluyendo el sugerente título, el que siempre recordaré y cuando vea una Ceiba desnuda como la captó Marianella en su excelente pintura, seguramente diré: «Promesa de vida».