Si las ventanas están abiertas siempre existe la posibilidad de que voladores entren a apartamentos o casas y a veces no encuentren como salir. Si es una mariposa u otro insecto grande es probable que desencadene una serie de gritos, estridencias y hasta es posible que genere pánico. En el caso de las aves el nerviosismo de las personas casi nunca es por las fobias, sino por el temor a que el alado se haga daño tratando de huir. Si en la vivienda hay felinos o algunas razas de perros el alado está en verdadero peligro.
Aqui la visita de los alados es algo cotidiano, entrando muchos colibríes y una que otra reinita. Por el comportamiento distingo a los residentes ó habitúes de los primerizos. Las persecuciones en el área donde trabajo son frecuentes sobretodo en las épocas de mayor actividad. En carne propia he sufrido los daños colaterales de las disputas, recibiendo en mi cabeza sus fluidos (meo) cual crisma inmaculado y en el monitor del computador.
Los primerizos libran una verdadera y larga lucha, intentando volar hacia arriba chocan reiteradamente con el techo. Al cansarse se posan en las aspas del ventilador, biblioteca, persiana; la ventana está abierta y siempre hay un comedero, pero parecen no ver la salida. Normalmente ni me inmuto, simplemente le doy tiempo y mi primera ayuda es levantar completamente la persiana. Algunos reaccionan enseguida y se van, otros son mas lentos; hay que ayudarlos un poquito mas pero sin estresarlos más de lo debido.
Hace pocos días entró un colibrí, como era de esperar comenzó su quijotesca lucha con el blanco techo, reflejándose en la pared su tenue sombra cada vez que la embestía. Repitió varias veces la fallida fórmula, en un receso le abrí totalmente la persiana señalándole el camino; él obvió la luz del sol, la brisa, así como los colores vivos del comedero y el exterior. El pequeño optó por volar a la persiana completamente cerrada, extrañamente se aferró a la tela que es parte del mecanismo. Lo vi muy agotado, la cabeza se le iba hacia atrás y él precariamente intentaba mantenerla erguida. Intuyo que tenía tiempo sin comer ya que la actividad que realizó no fue tan demandante (no para tanto).
Alcira intentó agarrarlo sin lograrlo, aleteó sin volar simplemente controlando su caída, quedando indefenso en una esquina del piso. Alcira lo tomó en sus manos y lo depositó en las mías, lo liberé pero su cansancio era tal que no podía volar; ni siquiera lo intentó. Logré estabilizar mi mano para compartir el descanso, lo observé y vi que apenas abría sus ojitos, el sol que eventualmente lo bañaba le serviría de elixir.
Todo va a estar bien pequeño, tómate tu tiempo… pensaba. Se lo tomó recuperándose en aproximadamente cinco maravillosos minutos, que comparto con Uds.
¡Qué episodio tan emotivo…! El colibrí es precioso y es como si él intuyese que estaba en buenas manos porque no se movía de la tuya y le costó volar. La vista desde tu ventana también es maravillosa con esa diversidad de plantas; me encantó el video. ¡Gracias, Pepe, por compartir con nosotros esos maravillosos minutos!
Muchos besos para todos.