Con el calor que se siente en Caracas, se agradece cualquier brisa o viento por pequeño que sea. Si embargo, a veces de la nada surgen unas ventoleras, de mucho cuidado. Las copas de los árboles suenan a lluvia, se cierra con fuerza alguna puerta e inevitablemente caen como proyectiles hojas, ramas heridas ó frágiles y algún árbol inestable. Eventualmente algunos nidos y hasta pequeñas crías salen catapultadas al piso, sentenciadas injustamente.
Nunca pensé ser testigo de semejante escena, si hay vacíos más grandes que otros, ése era uno. El nido de Titirijí Lomicenizo no estaba, escruté rápidamente el área hasta encontrarlo, un tanto alejado de donde estimaba. El nido estaba completamente vacío, debía tener algún huevo, pero la realidad era otra. Si había huevos, dónde estaban?. Las repuestas llegaron y casi juntas; si había, parecía ser uno solo y lo estaba viendo separado en dos partes. No había rastros de ningún depredador, simplemente la tierra aún húmeda mostraba su destino.
En toda pérdida es inevitable rememorar la última vez ó como atesoraremos sus recuerdos y esta no fue la excepción. De las últimas imágenes, destaco una del macho siempre esquivo y alerta protegiendo el nido. Y una imagen de la hembra, en donde apenas se le ve, pero que se constata su presencia.
Es muy probable que la pareja vuelva a anidar, no se si de inmediato. Estaré pendiente de oír su llamado y tal vez tenga la fortuna de ubicarlos, si anidan en el jardín. Será un nuevo comienzo, partiendo de cero.