Día de lluvia… tarde de perro (Nikita)

Ayer mi día comenzó un tanto complicado, enredado, parecía que lo mejor era mantener un bajo perfil y dejar que simplemente transcurriera. La terapia en piscina a la que acudo todos los martes, me dejó exhausto. Me excedí en cantidad y en intensidad, simplemente porque disfrutaba los ejercicios. Lo pagué caro, hasta tuve que pedirle ayuda a mi hija Andrea, porque las piernas no respondían. Varias cosas ocupaban mi mente y no soy nada bueno manejando esas situaciones. Era prioritario evaluar mis acciones, ya que creé en mi entorno una cómoda burbuja con el blog, la fotografía, las plantas, las aves, etc. Escudándome en la enfermedad dejo de propiciar momentos familiares en los que valore, comparta y aporte. Poco a poco maduré las ideas y sobre todo asumí la realidad.

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La lluvia me condenó a privarme del paseo matutino que tanto disfruto. Después de comer me senté a descansar y a contemplar los colibríes. Cerraba los ojos y solo los abría cuando sentía un aleteo o un sonido metálico característico de las pequeñas aves. Así, con un porcentaje de aciertos bastante alto, seguí con intermitencia su actividad. Agata pasó a mi lado buscando una chaqueta y me dice «tú no tienes frío? Yo estoy helada, te pongo una cobija?». Yo, en el sofá y con las piernas sobre la silla eléctrica asentí. Detrás de Agata siempre está Nikita, cuando estoy solo se acuesta en mis piernas, si está Agata es otro cantar. Esta vez no me costó convencerla, se subió sobre la cobija y yo la tapé con un borde, dejando apenas su cabeza afuera. La tarde de lluvia, completamente nublada propició una fría y suave brisa, Nikita la disfrutaba protegida en todos los sentidos. Llegando hasta el sueño profundo, se los puedo asegurar. De la nada, aparece cerca del comedero una hembra de colibrí Mango pechinegro, inmediatamente otra la enfrenta en un vuelo estático, como retándola. Un espectáculo inesperado, un intercambio de sonidos y posiciones casi rituales definieron rápidamente el encuentro. Mi día había dado un giro y se estaba convirtiendo en especial, diferente.

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Tenía varios días sin sacar fotografías, la escena vista recientemente me alentó a probar. Despertando a Niki de su letargo, seguí mi ritual paso a paso para sentarme en la silla eléctrica. Agata salía a buscar a Camila al cole y de buena gana me dejó la cámara instalada en el trípode y la ventana bien abierta. La luz no era la adecuada, sin embargo tuve la suerte de hacer varias fotografías aceptables. No esperaba mucho de este día, sin embargo me sorprendió con varios regalos, que acepté y valoré.

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