En un rincón del Caribe, allí me encontraba, instalado en un sombreado pedacito de cielo. Frente a mi la mar y dos peñeros: la Zuleydys y (?), esperando tal vez pintura ó reparación. A mi derecha y a pocos metros una pequeña corriente de agua dulce, con un pocito cual bañera, en el que distinguía el ir y venir de pequeños peces. A mi izquierda, parte de la rampa de acceso, una buena panorámica de la extensa playa y algunas (pocas) personas.

Mientras yo contemplaba, tres de mis ángeles disfrutaban el día de playa cerca de la orilla, eventualmente alguna volteaba a verme y me ofrecía mediante señas: agua… aceitunas… empanaditas… un besito (sólo Agata). Religiosamente cada cierto tiempo, ellas se paraban a pasear un buen rato y/ó para darse un refrescante chapuzón, regresando siempre a sus sillas.

En el lugar se respiraba una gran tranquilidad y energía, ambientadas con música celestial, predominando el constante vaivén de las olas, matizado por cantos territoriales y prenupciales del Tordito [Carib Grackle (Quiscalus lugubris)]. Los Torditos me mantuvieron entretenido, captando mi atención sobre todo cuando buscaban comida, mostrándome su increíble capacidad de adaptación.

Hasta aquí Uds. me acompañaron idealizando, visualizando el relato. Como si se tratase de la respuesta a un ejercicio propuesto, vean el video y saquen sus propias conclusiones.

 Agradecimiento a tres de mis ángeles: Igone, Arianne y Agata.