El ángel salvador de la Peque es el joven Oswaldo Girón, el «encuentro casual» ocurrió en la Urb. Cumbres de Curumo (Caracas), Oswaldo se bajaba de su carro visitar a uno de sus clientes de la zona, algo que cayó de un árbol haciendo malabares llamó su atención. Se acercó y no lo podía creer «un pichón de colibrí», su conocimiento de aves lo respaldaba para afirmarlo. La cría estaba muy asustada, entendiendo la situación Oswaldo la mantuvo en sus manos con suma delicadeza; recordó una caja que tenía en el carro, enseguida la habilitó para su pequeño amigo. Siguiendo un protocolo que él mismo se fijo, Oswaldo le dedicó un buen rato intentando ubicar el nido, los padres, otra cría y nada; la pequeña cría estaba sola, con él.
Sabiendo que la visita al cliente sería muy breve, Oswaldo dejó la cajita con sorpresita en el piso del carro. Ya no tenía mas visitas que hacer y regresó a su casa después de una semana de trabajo. Acostumbrado a los retos, Oswaldo iba pensando donde informarse para alimentar la cría y mantenerla estable, hasta conseguir ayuda, «alguien ya tiene que haber pasado por esto» se dijo.
Lo primero era alimentar el pichón, por sus reclamos era obvio que tenía hambre. Listo, ya sabía la proporción de azúcar y agua, preparó poca para que el agua se calentara rápido y con ingenio temperó la mezcla rodeando el envase con hielo. Con un gotero haciendo de nodriza Oswaldo alimentó a su protegido, este comió a intervalos hasta que pareció satisfecho.
Acto seguido Oswaldo empezó a ubicar a alguien que ayudara a la criatura, entre varias acciones lanzó un SOS en Colibríes, Tucusitos y Picaflores de Venezuela. Mientras hubo luz alimentó al alado cada vez que reclamaba su atención, eso le daba cierta tranquilidad, «estás pilas» le decía. En la noche llevó la cajita para su cuarto, quería tenerlo cerca, antes de acostarse se acercó a revisarlo y estaba como catatónico, pero respiraba. A la mañana siguiente curiosamente seguía dormido, al rato lo llamó con un sonido que él ya conocía, al acercarse enseguida notó un cambio en el pequeño, su comportamiento, ya no temblaba, confiaba en él, con esto Oswaldo se sintió conquistado, desarmó todas sus defensas. Sin embargo aunque conquistara su corazón sabía que la tenía que entregar y ya el Universo tenía la respuesta a su pedido.
Por los mensajes que intercambiamos tenía mucha ilusión en conocer el pichón de colibrí que Oswaldo rescató. La media hora esperándolos fue como una labor de parto, el bebe ya estaba en camino. Esta historia continuará.
Bienvenida «la peque» a casa, es increible que cada pichón tenga su propia personalidad. Son una maravilla de la naturaleza.